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La Penca, 39 años de la historia negra en el periodismo costarricense

Momentos después de haber ocurrido el atentado en donde varios periodistas perdieron su vida y todavía este crimen atroz no se ha resulto. Foto cortesia del Colegio de Periodistas y Profesionales en Ciencias de la Comunicación
  • Desde el 2010 el 30 de mayo es la fecha para recordar a los periodistas que fallecieron en el Atentado contra sus vidas y especialmente se conmemora el Día del Periodista Costarricense.
  • Los medios de comunicación alternativos o regionales son importantes por la cercanía que se cuenta con la población.

En el 2010 Costa Rica declaró el 30 de mayo como el día del periodista costarricense para conmemorar a las víctimas del atentado ocurrido en La Penca.

El 30 de mayo de 1984, Centroamérica estaba en los tiempos más convulsos de la guerra, y ese día la localidad nicaragüense de La Penca, ubicada cerca de la línea fronteriza con Costa Rica, fue el escenario de una conferencia de prensa donde el excomandante nicaragüense, Edén Pastora hablaría ampliamente sobre el conflicto.

Un hombre extranjero quien se hizo pasar por periodista colocó una bomba que iba dirigía al excomandante Pastora, sin embargo, las víctimas fueron otras. Fallecieron en el sitio, los costarricenses Jorge Quirós quien era camarógrafo y su asistente, Evelio Sequeira, además la periodista estadounidense Linda Frazier, del diario The Tico Times.

Otras 15 personas entre periodistas costarricenses y corresponsales extranjeros sufrieron heridas graves, algunas secuelas permanentes y amputaciones como consecuencia del atentado.

Según el especial realizado por AmeliaRueda.com el 30 de mayo del 2014 cita que «Esos quejidos de dolor son el único registro audiovisual del estallido. Los captó la filmadora que cargaba el camarógrafo costarricense de Notiseis mientras grababa las declaraciones que ofrecía el guerrillero Edén Pastora, cuando la explosión sorprendió a todos.


Despedida por la onda expansiva, la cámara voló, pero siguió registrando los primeros segundos de una tragedia que comenzó hace 30 años y que aún no termina. Era el miércoles 30 de mayo de 1984 y una veintena de periodistas –la mayoría costarricenses- estaban dentro de una casucha rústica en la margen nicaragüense del río San Juan.

La hora exacta nadie la recuerda; testigos coinciden en que había caído la noche cuando llegaron a la remota zona de La Penca, tras un recorrido de aproximadamente 200 kilómetros.

El viaje duró siete horas: cinco en una caravana de viejos vehículos Land Rover, que salió desde el Hotel Irazú, en San José, hasta Boca Tapada de San Carlos; dos más navegando en pangas por las aguas de los ríos San Carlos y San Juan hasta el campamento donde los esperaba Pastora».

Relataban las personas que se dirigían al lugar en donde sería la conferencia de prensa y también en donde perderían su vida o tendrían secuelas que los dejaría con alguna discapacidad de por vida.

Las dos pangas atracaron en un simple desembarcadero y los periodistas subieron unos escalones de barro a la orilla del río desde donde se divisaba la endeble estructura, iluminada apenas por dos bombillos y rodeada de lodo, en una zona selvática donde había llovido copiosamente aquel 30 de mayo. Habían sido convocados a la rueda de prensa entre la noche anterior y la mañana de ese mismo día. Todas, menos una, eran caras conocidas en el gremio periodístico costarricense, acostumbrado a toparse con los colegas extranjeros porque Costa Rica era base para informar al mundo de la guerra que desangraba a la región centroamericana.

Ninguno de los 22 periodistas iba preparado para pasar la noche fuera de casa, no llevaban muda de ropa, ni cepillo de dientes, tampoco calzado apropiado para caminar en el barro, ni siquiera pasaporte. Cuando salieron de San José desconocían que cruzarían la frontera hasta Nicaragua. Tanto misterio era usual en tiempos de guerra; el viaje se alargó, se hizo de noche y no podrían embarcarse por el San Juan para regresar a suelo tico porque en la oscuridad lo que se moviera por el río era blanco de un disparo. Resignados, los reporteros, camarógrafos, fotógrafos y asistentes se acomodaron en el cuarto principal de la casucha, donde dormirían en el suelo, y acordaron posponer la conferencia de prensa hasta la mañana del 31 de mayo, cuando habría suficiente luz para la prensa televisiva.

Pero en La Penca ya estaba Pastora, bañado, presto con su uniforme verde olivo, conversador. Se generó un diálogo espontáneo, una pregunta llevó a la siguiente y se improvisó una conferencia de prensa cerca de las 7 de la noche. Había que tomar nota y grabar al líder guerrillero. Los periodistas corrieron a desempacar sus libretas, filmadoras y cámaras fotográficas. Pastora estaba apoyado en un mostrador y en media luna alrededor suyo empezó a ubicarse la prensa, los de televisión y radio en primera fila, los de prensa escrita donde encontraron espacio.

Nelson Murillo tenía 24 años de edad y trabajaba para Notiseis. Con micrófono en mano le formuló dos preguntas al guerrillero nicaragüense y mientras escuchaba atento a sus respuestas, se desató la carnicería humana que tenía como único objetivo asesinar a Pastora. La explosión abrió un hueco en el techo de la casucha y otro en el piso, la sangre se mezcló con el barro. Era una escena dantesca que, tres décadas después, Pastora recuerda con detalle.

A 12 kilómetros de La Penca, pero en la ribera costarricense del San Juan, Luciano Santana, de 69 años de edad y habitante de La Cureña escuchó un estruendo, pero no se sorprendió. A principios de la década de 1980, los vecinos de la zona fronteriza estaban familiarizados con los sonidos de la guerra y supusieron que el estruendo era un combate entre soldados del gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua y los guerrilleros del movimiento antisandinista Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), fundada por Pastora en 1982 luego de pelearse con la cúpula del FSLN. Aturdidos por la detonación de la bomba los periodistas también creyeron que estaban en medio de un fuego cruzado. ¡Al suelo!, ordenaron los guerrilleros de Pastora, que pensaron que los atacaban con morteros, un arma de guerra que se utiliza para lanzar bombas. Quienes no estaban ya abatidos por la bomba obedecieron. ¡No disparen!, imploraba el periodista costarricense de Canal 7, José Rodolfo Ibarra, que entonces tenía 22 años de edad. Su temor era que las metralletas de ARDE mataran a los periodistas.

Lo que quedaba de la estructura de madera se movía como si estuviera temblando. ¡Comandante, comandante, comandante!, gritaban los guerrilleros buscando a Pastora cuando dejaron de disparar.

¡Nelson, Nelson! ¿Dónde está Nelson?, decía el malherido asistente de Canal 6, Evelio Sequeira, de 43 años, buscando a su colega periodista. Todos estaban a ciegas. Era una masacre a oscuras donde lo único que estaba claro eran los llantos y alaridos angustiantes. Era la primera vez en la historia mundial que se cometía un atentado terrorista durante una conferencia de prensa.

El campamento de La Penca era la base del movimiento antisandinista ARDE. Sus miembros eran vistos como «contras», breve para contrarrevolucionarios, el calificativo que recibían los que se oponían al FSLN. Así que Pastora, aunque hoy reniega del mote, era un «contra» para la prensa internacional –o como él se describe- una piedra en el zapato de la izquierda y de la derecha política. Él era un rebelde entre los rebeldes, un personaje tan incómodo que era válido preguntarse cómo seguía aún con vida, dice el periodista brasileño Gilberto Lopes, quien con 36 años cubría la conferencia de prensa para la Agencia France Press.

Comandante Cero, el célebre nom de guerre de Pastora, lo adquirió a finales de la década de los años setenta, cuando lideraba la guerrilla sandinista que acabó con la dictadura de Anastasio Somoza en 1979. Tres años después, con una billetera provista por los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), peleaba contra el ejército del FSLN que otrora lideró. Su grupo armado tenía un pie en el sur nicaragüense y otro en el norte costarricense, con la complicidad de funcionarios de la Fuerza Pública y de la seguridad nacional tica en el gobierno de Luis Alberto Monge (1982-1986). Monge, presionado por los EE.UU. para que Costa Rica apoyara el conflicto bélico, decidió declarar la neutralidad perpetua, activa y no armada del país, el 17 de noviembre de 1983. Ese acto político incluyó pedirle a Pastora, también con nacionalidad costarricense, que saliera del territorio nacional porque su presencia comprometía esa declaratoria. Para el hoy jefe del Ministerio Público, Jorge Chavarría, vinculado a la investigación en la década de 1990 como fiscal de juicio de San José, el día que se expulsa a Pastora comienza a planearse el atentado.

En el norte de Nicaragua, desde Honduras, los estadounidenses financiaban a los contras de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN). Y como quien paga la fiesta es quien manda en el baile, el gobierno de Ronald Reagan exigía que la ARDE y el FDN se unieran y fueran los dos brazos de una misma tenaza para estrangular al sandinismo. Pastora se oponía a la estructura que patrocinaba EE.UU., y –como recuerda Ibarra- la prensa internacional quería escuchar de su propia boca el por qué. Pastora estaba ávido de contar su versión, de denunciar la presión estadounidense, de decirle al mundo que seguiría peleando contra los sandinistas con o sin apoyo de Washington.

Junto a los 13 periodistas costarricenses iban 9 reporteros extranjeros. Los estadounidenses Linda Frazier de The Tico Times, Tony Avirgan de la cadena televisiva ABC y Reid Miller de la agencia de noticias Associated Press. La inglesa Susan Morgan, que escribía para Newsweek, el portugués Joaquín Da Silva, representante de la empresa Portuguez TV, el brasileño Lopes, el boliviano Fernando Prado de Swedish TV y el sueco Peter Torbiörnsson, quien 27 años después confesó públicamente que él había sido instrumental para facilitar el atentado.

Los grandes ausentes en la rueda de prensa fueron los periodistas nicaragüenses, sin acceso a los territorios dominados por los contrarrevolucionarios en el sur y el norte de Nicaragua. Carlos Fernando Chamorro dirigía el diario nicaragüense Barricada, que se nutrió de la información distribuida por agencias internacionales para informar del atentado.

De las 22 personas que se registraron como miembros de prensa, una –la menos conocida entre conocidos- utilizó la profesión como coartada. Para él, sus “colegas” fueron el anzuelo.

El falso periodista.

Per Anker Hansen nunca viajó a Centroamérica. Entre 1979 y 1980, él reportó como extraviado su pasaporte en Copenhagen, la capital de Dinamarca. Cuatro años después, el año del atentado de La Penca, su documento de viaje (el número No. 3284612) registraba movimientos migratorios en varios países de la región. Per Anker Hansen, que entonces era estudiante, nunca puso un pie en esos países. Alguien lo hizo por él, adulterando el salvoconducto y haciéndose pasar por un fotógrafo danés acreditado en Europa-Sept, una agencia con sede en París, Francia, que también resultó ser ficticia.

El falso Per Anker Hansen visitó -al menos- EE.UU., México, Honduras, Nicaragua, Panamá y Costa Rica utilizando el pasaporte fraudulento. En Panamá, donde vivió y compró el automóvil de un marine estadounidense, obtuvo una licencia de conducir, que fue clave para desenmascararlo, cuando ya era demasiado tarde para hacer justicia.

El 30 de mayo de 1984, el supuesto danés, llegó al Hotel Irazú cargando un maletín de metal que todos pensaron contenía su equipo fotográfico. Llevaba una gorra, lentes oscuros y barba. Su imagen está en múltiples fotos y vídeos del trágico día. En el hotel, Avirgan, el estadounidense de la cadena televisiva ABC, se presentó y entabló conversación. Como el falso periodista dijo ser danés, Avirgan le mencionó varios nombres de destacados periodistas de esa nacionalidad que conocía. Curiosamente el falso Per Anker Hansen no conocía a ninguno.

Su coartada estaba cuidadosamente planeada. Tras el atentado, el «danés» simuló estar herido y logró ser evacuado en la primera panga que salió de La Penca hacia Boca Tapada. De ahí viajó al Hospital de Ciudad Quesada, en San Carlos de Costa Rica, en la misma ambulancia que transportó al periodista del 7, José Rodolfo Ibarra. En el camino pidió un cigarro y el socorrista de la Cruz Roja no sólo le dio permiso dada la circunstancia, sino que también bromeó con él.

La esposa y periodista del estadounidense Avirgan, Martha Honey, no estuvo en La Penca. Ese día se quedó en San José escribiendo un artículo que sería primera plana del reconocido periódico The New York Times. Cuando se enteró del atentado viajó al hospital sancarleño a esperar a su pareja.  Ahí recuerda haber visto por primera vez al terrorista.

 

Al día siguiente, el impostor se esfumó del hospital. La investigación judicial determinó que en la madrugada del 31 de mayo recorrió en un taxi los 154 kilómetros entre el Hospital de Ciudad Quesada y San José, y ese mismo día abandonó Costa Rica por vía terrestre. Según Jorge Aguilar, el taxista que lo condujo, Gaguine iba acompañado de Torbiörnsson.

El crimen atroz.

Gaguine cargaba un estuche de aluminio. En la parte externa de esa maleta, se apreciaba el nombre de una conocida marca japonesa de equipo fotográfico: Canon. El disfraz era tan obvio que no levantó sospecha alguna entre los 21 verdaderos periodistas, mucho menos entre los militantes de ARDE, que transportaron al grupo en el que estaba camuflado el terrorista.

Una vez en la casucha, Gaguine colocó la valija al lado del mostrador contra el cual se apoyaba Pastora. No tenía tiempo que perder para asesinarlo, e iniciada la repentina conferencia de prensa, el terrorista simuló tener un problema con el flash de su cámara para salir de la endeble estructura.

Gaugine detonó una bomba tipo Claymore, de construcción casera. Después de analizar láminas de zinc, maderas quemadas y esquirlas tomadas en la escena, forenses del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), con ayuda de la Oficina Federal de Investigación estadounidense (FBI), concluyeron que el artefacto era una platina de hierro en forma cóncava cubierta de explosivo plástico C-4.

Para desatar la reacción química del explosivo plástico C-4, Gaguine usó un radio de comunicación, un walkie-talkie, marca Icom, modelo 2A de 399 frecuencias. El aparato estaba envuelto en plástico. La periodista Honey, esposa de Avirgan, uno de los heridos en el atentado, sostuvo en su propia investigación periodística que un funcionario militar de EE.UU. tomó esta evidencia y nunca fue devuelta a las autoridades costarricenses. La fiscal Alejandra Arce, quien llevó el caso de 2005 a 2013 en el Ministerio Público de Costa Rica, asegura que ninguna línea de investigación se centró en el walkie-talkie, porque no tenían pruebas señalando en esa dirección.

Gaguine lo calculó todo, menos un puntapié que supuso el fracaso del atentado: asesinar a Pastora.  La guerrillera de ARDE, Rosa María Zembrano, alteró accidentalmente el desplazamiento de la explosión, cuenta el fiscal general de Costa Rica. El azar también le salvó la vida a Monimbó, camarógrafo de Canal 7. Cuando navegaban por el río San Juan, en el último tramo hacia La Penca, los dos botes que transportaban a los periodistas chocaron y el agua dañó la filmadora de TelenoticiasMonimbó intentaba repararla en un cuarto aparte cuando sobrevino el atentado que le amputó las piernas a su colega de Canal 6. Su reacción fue instintiva.

¡Nelson, Nelson! El periodista de Notiseis escuchaba a su asistente llamándolo, pero apenas si le salía la voz para contestar, porque estaba asfixiándose con un enorme orificio en la garganta atravesado por dos clavos, vidrios y una astilla de madera; se encomendó a Dios, dispuesto a morir. El costado izquierdo de su cuerpo se llevó la peor parte: fémur roto, hombro y pómulo destrozado y quemaduras en todo su cuerpo. No podía caminar; Ibarra, su colega de canal 7, sí, y se desplazó buscando a Monimbó. En el camino oyó su apellido, lo llamaban suplicando ayuda. Ibarra se inclinó, pero no reconoció la cara renegrida por el explosivo.  «¿Quién sos?», tuvo que preguntar. Auxilió a Quirós, quien murió esa misma noche, continuó caminando y se detuvo porque sintió una mano en su tobillo. Nuevamente preguntó, «¿quién sos?”. Era Nelson, aunque era imposible reconocerlo.

Las víctimas yacían esparcidas dentro y fuera de la casucha donde Ibarra, quien además de periodista era cruzrrojista, se agachó a buscar material para hacer torniquetes. No pudo incorporarse más: el líquido de su rodilla derecha se había regado, su brazo derecho tenía quemaduras de primer y segundo grado y 52 esquirlas entre la axila derecha y sus dos extremidades inferiores. Al menos su cuerpo estaba completo. Linda Frazier, en cambio, perdió sus dos piernas a la altura de los muslos y dio vueltas sobre su tronco esperando su inevitable muerte. Los huesos de la mano izquierda del estadounidense Avirgan estaban expuestos y se rellenó un profundo hueco en la cadera con su propia camisa, para evitar desangrarse. El antebrazo derecho de una quemada Susan Morgan colgaba del codo y el 60 por ciento del cuerpo del chofer de La Nación estaba achicharrado; Roberto Cruz, quien falleció en 2003, regresó a casa sin el ojo y la pierna izquierdos, la pierna derecha con lesiones de gravedad y de por vida; mientras Vargas Gené, uno de los periodistas más sobresalientes en la historia del periodismo costarricense, quedó sin una mano y sin una pierna.

El gobierno de Costa Rica estaba en una situación crítica. Entre los heridos había muchos costarricenses, pero en suelo nicaragüense. La Cruz Roja y la Fuerza Pública necesitaban entrar al vecino territorio a evacuar a las víctimas al hospital más cercano, el de Ciudad Quesada. Luis Alberto Monge, el presidente de la República, estaba de gira en el viejo continente intentando convencer a los europeos de una muy comprometida neutralidad costarricense. A la cabeza del Poder Ejecutivo estaba el vicepresidente Alberto Fait, quien contactó a su par nicaragüense para que permitieran el rescate.

La escala de prioridades favoreció a Pastora. No era el más grave, pero fue el primero que evacuaron en una lancha rápida por el río Sarapiquí. A partir de ese momento y por razones de seguridad, Pastora pasó a ser “Vilma”. De esa manera, el rescatista Juan Bautista Arroyo reportaba por radio la condición del guerrillero al director de socorro de la Cruz Roja de la época, Manuel Salazar.

En San José, Pastora fue trasladado a la Clínica Bíblica, un centro médico privado que entonces sólo tenía dos puertas de ingreso y salida y las autoridades de Fuerza Pública costarricense consideraron era más fácil de custodiar que el capitalino y público hospital México. Dos días después, Pastora fue trasladado a la privada Clínica Metropolitana de Caracas, Venezuela, donde tardó dos meses recuperándose de quemaduras en sus manos, pecho, y lesiones en su pierna derecha.

La primera panga con heridos viajó de La Penca en Nicaragua a Boca Tapada en Costa Rica con la inglesa Susan Morgan, al brasileño Lopes -quien llevaba su mano en la cabeza de la inglesa para convencerla de que seguía con vida-, el periodista de Telenoticias, el de Radioperiódicos Reloj y el terrorista, de quien empezarían a sospechar el día siguiente, cuando nadie lo volvió a ver.

A las 11 de la noche, los fotógrafos de La Nación y La República, abordo de la última panga que partía de La Penca, intercedieron ante los guerrilleros de ARDE para que incluyeran a Murillo, de Notiseis, en ese viaje. Aguantó cuatro horas desangrándose y estaba tan malherido que los contras pensaban dejarlo morir en La Penca.

El hospital de Ciudad Quesada recibió a los heridos entre la medianoche y el amanecer del 31 de mayo. Ahí estaban algunos familiares de las víctimas y representantes de las embajadas de todos los países de donde procedían los periodistas extranjeros, menos una.  La esposa de Avirgan asegura que de la embajada estadounidense nadie llegó a San Carlos, lo que le pareció muy extraño considerando que había fallecido una periodista estadounidense y había dos más heridos.

Pasarían más de nueve horas para que la trágica noticia llegara a los familiares de las víctimas. En la casa de la familia del periodista Roberto Cruz, el teléfono sonó a las 4 de la madrugada del jueves 31 de mayo y la gravedad de las heridas del corresponsal de Xinhua se materializó sólo cuando lo visitaron en el hospital México.

La vida de los heridos se desfiguró y para algunos como Vargas Gené, Murillo y Cruz se convirtió en un calvario hospitalario: cirugías reconstructivas, tumoración de esquirlas y un consecuente viaje al quirófano, pérdida de la escucha. Vargas Gené fue intervenido quirúrgicamente 38 veces en los años posteriores al atentado y Murillo pasó en cama los primeros siete meses después del atentado, recuperándose de la fractura más grave que tenía, una quebradura del fémur izquierdo que acortó su pierna cuatro centímetros. Hoy, 30 años después, Murillo todavía espera por una evaluación médica en el Hospital México, para determinar si requiere una operación de columna, que sería su intervención número 31. Al igual que Monimbó, Murillo está pensionó por invalidez, a causa del atentado.

Los medios alternativos aliados de la comunidad.

 

Karla Herrera y Vicky Luna eran las periodistas de Noti 14, el primer noticiero en la Zona de San Carlos fundado marzo 1998. foto tomada de internet.

En Puntarenas Se Oye, pudimos conversar con la periodista Vicky Luna Salas, asesora de comunicación y quien fuera propietaria del primer noticiero regional en la zona de San Carlos Noti14 S.A., de San Carlos. Ella con su de manera de ser nos explicó un poco acerca del surgimiento de este medio de comunicación en la bella zona de San Carlos.

«Noti 14 fue el primer espacio de noticias de un noticiario en la Zona Norte como tal con una duración y todos los días, se abrió en marzo de 1998 y ese proyecto duró 10 años. Fue dirigido por Vicky Luna y Karla Herrera ambas periodistas, funcionó por que ayudó a muchas personas pobres entre los pobres, hacer denuncias muy fuertes sobre corrupción para funcionarios públicos, para candidatos a diputados, diputados, además sirvió mucho como control político y sirvió para alimentar la democracia, porque personas informadas tienen mayor poder de decisión», mencionó Luna a Puntarenas Se Oye sobre la creación del primer noticiero en la Zona Norte y sobre la importancia de los medios alternativos.

Agregó que los medios de comunicación regionales, alternativos, locales y provinciales que existen muchas veces los llaman alternativos porque son dirigidos más que por una empresa por uno o dos periodistas o personas comunicadores tienen una función importantísima en la democratización de la información y en el visibilizar a las localidades, a los cantones, en ayudar al sistema democrático a conocer los candidatos, los aspirantes, las personas aspirantes a los puestos públicos porque los medios locales si pueden profundizar en las propuestas incluyendo desde síndicos, regidores, alcaldes. Además, tienen la posibilidad de visibilizar las creaciones, la cultura regional cosa que los medios nacionales hasta hace poco no hacían y también tienen la posibilidad de profundizar en las cuestiones positivas de darle más voz a las personas entre ellas niñas, niños y adolescentes son de suma importancia para la democratización de la información e incluso para la democratización de los medios de comunicación y que no se encuentre centrado en un medio nacional, en una corporación o un medio transnacional.

Al cierre de la entrevista nos menciona sobre la importancia del periodista en un medio regional es la misma que un periodista de un medio nacional tiene que ejercer con profesionalismo en busca de informar a lo más cercano a la realidad para ello debe aplicarse todas las técnicas periodísticas y algo muy importante si nos encontramos en un caso polémico debemos de utilizar el Fairness o equilibrio informativo, que es ir a consultar a las partes y también investigar. La diferencia de un periodista local es que convive en el mismo pueblo con la gente, el público e incluso muchas veces esas informaciones les molesta al público sin polémicas y tiene que enfrentar más cerca y más diario el disgusto o incluso algunas veces el acoso de las personas que se encuentran disconforme con la información que el periodista o la periodista dio.

«La mejor noticia no es siempre la que primero se da primero, sino muchas veces la que se da mejor » Gabriel García Marquéz, periodista y escritor colombiano.

De parte del equipo periodístico de Puntarenas Se Oye les deseamos un Feliz Día del Periodista Costarricense a nuestros colegas y que la ética profesional sea nuestro baluarte en nuestro quehacer diario.

 






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Fabricio Alfredo Obando Chan

Periodista graduado de la Universidad Federada San Judas Tadeo con amplia experiencia en la cobertura de temas de cultura, política, salud, nacionales, turismo. Amante de un buen libro, una salida a la playa y encontrar historias cotidianas para volverlas noticias. Laboró diferentes medios de comunicación en Guanacaste, desde prensa escrita, televisión, radio y prensa digital.

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